Télam.- Transitar por el valle medio del río Chubut es trasladarse en un túnel del tiempo hasta la época en que los dueños del territorio eran los enérgicos carnotaurus o los imponentes titanosaurus, cuyos fósiles fueron encontrados en esa zona considerada por los estudiosos como un gran yacimiento paleontológico que todavía esconde varias sorpresas en la inmensidad de piedras.
El río que le dio el nombre a la provincia de Chubut tiene más de 800 kilómetros desde su naciente hasta la desembocadura en el Atlántico y es el curso de agua que rompe con la monotonía de la árida meseta.
En un tramo de ese extenso recorrido, el Chubut es bordeado por la ruta provincial 12 que se orienta noroeste a sudeste y une la localidad de Gualjaina, en la precordillera, con la Ruta Nacional (RN) 25 a la altura de Paso de Indios y Los Altares.
La provincial 12 es de ripio y, como todo camino que acompaña al sinuoso río Chubut, sube y baja, se esconde y aparece. Muestra los tonos rojizos de sus altas laderas, los mezcla con el color pardo de la tierra y los contrasta con el verde de la arboleda que crece en las márgenes.
Ese trazado obliga al conductor a la baja velocidad y a tener paciencia para esperar que una mamá ñandú con sus pichones se aparte de la calzada, o que una manada de guanacos ceda el paso.
Se puede ingresar a la ruta 12 tanto por la RN40, cerca de Esquel, como por la RN 25, que atraviesa Chubut entre la costa atlántica y la cordillera a lo largo de 320 kilómetros de ripio junto al río, que para este viaje se debe tomar aguas arriba.
Antes de ingresar a la 12 es recomendable llenar el tanque de combustible, ya que nunca se sabe si los surtidores que se encuentren en el recorrido estarán abastecidos.
La primera localidad que se encuentra en un viaje desde el sur es la aldea escolar de Cerro Cóndor, donde residen de manera permanente una docena de familias vinculadas con la actividad rural.
El paisaje, cerca del río, suele regalar un tono de verde no propio de la zona: son los viñedos que comenzaron a aparecer en la comarca, favorecidas por un valle fértil y sano.
Unos 100 kilómetros hacia el norte se encuentra Paso del Sapo, una localidad de 500 habitantes que debe su denominación al poblador que construyó y operó la balsa para cruzar el río, quien por su singular aspecto físico le aportó el sobrenombre al lugar del cruce hasta que se construyó un puente. Paso del Sapo tiene tres alojamientos y cabañas particulares que suman una 20 plazas turísticas.
Unos 55 kilómetros adelante, hacia la cordillera, está Piedra Parada, una mole de roca de 240 metros de alto que parece un dedo que sale de la tierra y apunta al cielo cerca de la orilla oriental del río.
Es uno de esos lugares que no puede llamarse de otra manera y no hay forma de confundirse si los carteles indicadores no existieran. El lugar tiene estatus de área protegida y a principios de noviembre las autoridades locales inauguraron la casa de guardafaunas.
Tras cruzar el río, a metros de la Piedra Parada está el cañadón de las buitrera, una hendidura de tres kilómetros de largo entre paredones de 150 metros de alto que es un «santuario» para los aficionados al escalamiento, sede en 2012 del Petzl Roc Trip, con la participación de 1.500 escaladores.
Grupos de trekking llegan al cañadón para recorrer sus senderos, hacer campamentos en las inmediaciones o alquilar los «dormis» que se ofrecen en los establecimientos ganaderos próximos.
Al cañadón solo se puede acceder a pie y, como es un recorrido que no ofrece mayores impedimentos, se convierte en un excelente programa para hacer en familia y para toda edad.
El recorrido puede demandar unas tres horas si hace por etapas, con tiempo para curiosear en las cuevas que hay en las laderas y observar a los intrépidos escaladores que desafían las alturas sostenidos con arneses y sogas.
Al trazado de la ruta 12 lo completa la localidad de Gualjaina, a 42 kilómetros de Piedra Parada, una encantadora población que tiene una buena oferta de hospedaje en medio de árboles, viñedos y lugares para relajarse y mirar las bandurrias que picotean el suelo en busca de alimento.
Desde allí se organizan cabalgatas, bicicleteadas, caminatas guiadas y grupos de pesca. Para los paladares demandantes es inevitable consumir chivito al asador o al horno, plato que se ofrece en los pequeños restaurantes ubicados sobre la calle principal.
Télam.- Transitar por el valle medio del río Chubut es trasladarse en un túnel del tiempo hasta la época en que los dueños del territorio eran los enérgicos carnotaurus o los imponentes titanosaurus, cuyos fósiles fueron encontrados en esa zona considerada por los estudiosos como un gran yacimiento paleontológico que todavía esconde varias sorpresas en la inmensidad de piedras.
El río que le dio el nombre a la provincia de Chubut tiene más de 800 kilómetros desde su naciente hasta la desembocadura en el Atlántico y es el curso de agua que rompe con la monotonía de la árida meseta.
En un tramo de ese extenso recorrido, el Chubut es bordeado por la ruta provincial 12 que se orienta noroeste a sudeste y une la localidad de Gualjaina, en la precordillera, con la Ruta Nacional (RN) 25 a la altura de Paso de Indios y Los Altares.
La provincial 12 es de ripio y, como todo camino que acompaña al sinuoso río Chubut, sube y baja, se esconde y aparece. Muestra los tonos rojizos de sus altas laderas, los mezcla con el color pardo de la tierra y los contrasta con el verde de la arboleda que crece en las márgenes.
Ese trazado obliga al conductor a la baja velocidad y a tener paciencia para esperar que una mamá ñandú con sus pichones se aparte de la calzada, o que una manada de guanacos ceda el paso.
Se puede ingresar a la ruta 12 tanto por la RN40, cerca de Esquel, como por la RN 25, que atraviesa Chubut entre la costa atlántica y la cordillera a lo largo de 320 kilómetros de ripio junto al río, que para este viaje se debe tomar aguas arriba.
Antes de ingresar a la 12 es recomendable llenar el tanque de combustible, ya que nunca se sabe si los surtidores que se encuentren en el recorrido estarán abastecidos.
La primera localidad que se encuentra en un viaje desde el sur es la aldea escolar de Cerro Cóndor, donde residen de manera permanente una docena de familias vinculadas con la actividad rural.
El paisaje, cerca del río, suele regalar un tono de verde no propio de la zona: son los viñedos que comenzaron a aparecer en la comarca, favorecidas por un valle fértil y sano.
Unos 100 kilómetros hacia el norte se encuentra Paso del Sapo, una localidad de 500 habitantes que debe su denominación al poblador que construyó y operó la balsa para cruzar el río, quien por su singular aspecto físico le aportó el sobrenombre al lugar del cruce hasta que se construyó un puente. Paso del Sapo tiene tres alojamientos y cabañas particulares que suman una 20 plazas turísticas.
Unos 55 kilómetros adelante, hacia la cordillera, está Piedra Parada, una mole de roca de 240 metros de alto que parece un dedo que sale de la tierra y apunta al cielo cerca de la orilla oriental del río.
Es uno de esos lugares que no puede llamarse de otra manera y no hay forma de confundirse si los carteles indicadores no existieran. El lugar tiene estatus de área protegida y a principios de noviembre las autoridades locales inauguraron la casa de guardafaunas.
Tras cruzar el río, a metros de la Piedra Parada está el cañadón de las buitrera, una hendidura de tres kilómetros de largo entre paredones de 150 metros de alto que es un «santuario» para los aficionados al escalamiento, sede en 2012 del Petzl Roc Trip, con la participación de 1.500 escaladores.
Grupos de trekking llegan al cañadón para recorrer sus senderos, hacer campamentos en las inmediaciones o alquilar los «dormis» que se ofrecen en los establecimientos ganaderos próximos.
Al cañadón solo se puede acceder a pie y, como es un recorrido que no ofrece mayores impedimentos, se convierte en un excelente programa para hacer en familia y para toda edad.
El recorrido puede demandar unas tres horas si hace por etapas, con tiempo para curiosear en las cuevas que hay en las laderas y observar a los intrépidos escaladores que desafían las alturas sostenidos con arneses y sogas.
Al trazado de la ruta 12 lo completa la localidad de Gualjaina, a 42 kilómetros de Piedra Parada, una encantadora población que tiene una buena oferta de hospedaje en medio de árboles, viñedos y lugares para relajarse y mirar las bandurrias que picotean el suelo en busca de alimento.
Desde allí se organizan cabalgatas, bicicleteadas, caminatas guiadas y grupos de pesca. Para los paladares demandantes es inevitable consumir chivito al asador o al horno, plato que se ofrece en los pequeños restaurantes ubicados sobre la calle principal.