Treinta y seis años sin gritar “somos campeones del Mundo” empujaron a millones a sumarse a una caravana desde Ezeiza al Obelisco, decretar un feriado sorpresivo y soportar una temperatura promedio de 27° saltando y alentando en la calle, esta locura no la traten de entender, no se explica por la razón se trata simplemente de pasión y agradecimiento.
Un pueblo golpeado por las injusticias encontró alivio en los 26 guerreros que levantaron la copa del mundo, y salió a la calle una vez más a agradecer a los héroes, personas de carne y hueso que se ganaron este mote por jugar al fútbol y consagrarse en un certamen que significa gloria eterna.
El tren Roca estaba teñido completamente de celeste y blanco, no había distinciones de género ni de edades, en cada estación se escuchaban las cornetas y el cantito de “Muchachos ahora nos volvimos a ilusionar”, en cada grupo que subía y no paraba de alentar como si hubiera presenciado la final en el mismísimo estadio Lusail.
La energía era fuerte, el fútbol es motor del gen argentino, no importaba nada y a cualquier costo, nadie quería quedarse afuera del recibimiento. Aunque el Subte C no parara en Diagonal Norte, y los bondis no llegaran hasta el Obelisco, caminar las cuadras para llegar al destino se volvían místicas, se sentía el compromiso del devoto a peregrinar para decir gracias.
El operativo de seguridad era difícil, mirar el celular y que las calles por donde pasaba el micro con los jugadores era una caja de pandora, por momentos se anunciaba un recorrido, los murmullos en la espera decían otra cosa, nadie a ciencia cierta sabía a que hora o por donde iba a pasar, pero pese a la incertidumbre la alegría no cesaba, el baile, los cantitos, las banderas todo estaba de pie y las sonrisas eran reflejo auténtico de felicidad.
No cabía una persona más en el Obelisco, el reloj marcaba las 12:45 y las noticias por redes sociales que se podían ver en el celular más allá de la baja señal por los millones de personas conectadas avisaban que los jugadores habían recorrido pocos kilómetros desde su salida de Ezeiza y quizá podían dirigirse también a Casa Rosada donde los esperaban más hinchas.
Nadie paraba de cantar, el calor era pesado, empezaban a sacarse las remeras, a dejarlas como Top y refugiarse bajo un árbol era un deseo colectivo, el retraso llamaba la atención y de un momento al otro las noticias fueron completamente desalentadoras “Los jugadores no van a ir al Obelisco”, era la tendencia que reinaba en todas partes por la cantidad de personas que los esperan y se barajaba la posibilidad de buscar otros destinos: El rulo de Constitución, el Bajo o La General Paz, fueron los puntos que más se nombraron.
Constitución era el punto más cercano para ir desde el Obelisco, por lo que muchísimos con bandera en mano y cantando hasta más no poder caminaron directo para ahí, otros más osados o con vehículos propios fueron para la General Paz, lo único que unía a todos los destinos era la misión de “no dejar a nadie tirado”, quien necesitara ayuda para llegar enseguida se organizaba para salir en grupos.
La General Paz, estaba mucho más liberada de gente que Constitución, y sonaba como el lugar adonde llegaría más fácil el micro con los jugadores, que estaba según los medios en cercanías del mercado central, mientras se desarmaba el escenario en Casa Rosada y confirmaban que no iban a pasar por allí.
El que espera desespera y cada vez el sueño de sacarle la foto a los campeones al paso se volvía una misión imposible, llevaban cuatro horas bajo el sol y no se asomaba ninguna noticia anunciando que se acercara el micro, por lo que algunos que otros osados empezaron a entrar a las redes e investigar un poco más y se enteraron de los desvíos que estaba haciendo el transporte de la Selección.
Los puntos de desvío, fueron el empuje para que quienes pudieran hacerlo se arriesgaran a acercarse al lugar donde estaba circulando el micro y circulaba con fuerza el rumor de que los jugadores se iban hacia Parque Roca, quedando descartado completamente el paso por el Obelisco.
Quienes alcanzaron el bondi al paso, camino al Parque fueron los afortunados de llevarse la ansiada foto, tomada claramente a las apuradas, movida y pixelada por el zoom del celular y los que no pudieron se llevaron la sorpresa de que los campeones iban a cerrar la caravana en helicópteros.
Entre corridas, y a muchos pies de altura, el pueblo argentino se unió en la alegría y disfrutó de un momento histórico que vivirá de generación en generación, y metió a la Scaloneta eternamente en los corazones de todos los argentinos.